INNOVA Research Journal 2018, Vol 3, No. 8, pp. 68-79
Introducción
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) alrededor de 1,25 millones de
personas muere y decenas de millones de personas sufren lesiones cada año a causa de
accidentes de tránsito (OMS, 2015). Las medidas tradicionales para reducir las estadísticas de
accidentes de tránsito, tanto su frecuencia como su gravedad, han estado enfocadas en tres áreas:
a) modificar el comportamiento humano (velocidad, alcohol, etc.) a través de leyes, educación o
campañas, b) mejorar la infraestructura vial, y c) mejorar la seguridad de los vehículos
(Wegman, 2017). Para obtener mejores resultados en estas áreas debe haber un compromiso
político serio y a largo plazo, lo cual incentive la inversión privada, en conjunto con la voluntad
de la población para participar activamente en la reducción de muertes en calles y carreteras. La
academia, por otro lado, también puede colaborar transversalmente en todas las áreas,
especialmente, en la educación, lo cual es algo con lo que está estrechamente relacionado.
Los usuarios viales más vulnerables son los niños, peatones, ciclistas y ancianos (OMS,
2
015). En los niños, el escenario es más complicado, dado que ellos no tienen las mismas
habilidades para juzgar las distancias velocidad o dirección del ruido o sonido que otros usuarios
y además su visión periférica aún no se ha desarrollado completamente (Eshaghabadi & Sahab,
2
016; Pease & Preston, 1967; Trifunović, Pešić, Čičević, & Antić, 2017). Por esta razón, existen
muchos programas de enseñanza de seguridad vial que se enfocan en niños (Ben-Bassat &
Avnieli, 2016; Marshall, 2018; Muir et al., 2017; Purcell & Romijn, 2017; Trifunović et al.,
2
017). La educación en seguridad vial es uno de los medios más importantes para que los niños
sean más conciente de los peligros de la vía y se comporten adecuadamente ya sea como peatón,
ciclista o pasajero (Ben-Bassat & Avnieli, 2016), por lo que debiera empezar a aprender
seguridad vial a la edad de 4 ó 5 años (Dragutinovic & Twisk, 2006). Aunque, incremetar el
conocimiento de los niños sobre seguridad vial no necesariamente significa una mejora en el
comportamiento de los niños en situaciones reales (Zeedyk, Wallace, Carcary, Jones, & Larter,
2
001), por lo menos, es necesario que los niños comprendan claramente las reglas básicas de
seguridad cuando comiezan a caminar por las calles y carreteras sin vigilancia de los padres
(Eshaghabadi & Sahab, 2016).
La educación vial es un proceso de aprendizaje permanente (Eshaghabadi & Sahab,
2
016), el cual involucra tres elementos principales: el conocimiento, las habilidades y la actitud.
El conocimiento se refiere a las reglas de tránsito, riesgos personales, etc., mientras que las
habilidades son aquellas tales como las habilidades motoras, estimación de velocidad y espacio,
entre otras. Y la actitud puede referirse a la motivación que tenga el individuo para cumplir con
las leyes o el deseo de mostrarse como un modelo para el resto de personas de la sociedad. Con
la aplicación de estos tres elementos se puede asegurar una reducción efectiva del número de
accidentes y de su severidad.
En Ecuador, la educación vial es escaza y no forma parte del curriculum académico del
niños, lo cual posiblemente se implemente a lo largo del 2018 (Redacción Ciudadanía, 2017),
mientras tanto, la Agencia Nacional de Tránsito ha implementado varias campañas para reducir
la severidad y frecuencia de accidentes de tránsito, lo cual ha sido reforzado por los programas
de gobiernos locales o provinciales, tales como el curso de cultura vial propuesto por el
municipio de Guayaquil (Municipio de Guayaquil, 2016) o capacitaciones en la ciudad de Quito
Revista de la Universidad Internacional del Ecuador. URL: https://www.uide.edu.ec/
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